
En la apacible localidad de Albares, Guadalajara, la iglesia parroquial alberga una obra que resuena profundamente con sus fieles: un cuadro que representa la Parábola del Hijo Pródigo. Este lienzo, situado en el lado derecho del templo, justo debajo del Cristo crucificado y entre dos confesionarios, es una creación de un artista de la región que captura con emotividad esta conocida historia bíblica.
El cuadro, enmarcado en un sobrio marco dorado, nos sitúa en un patio sencillo de tonos cálidos, donde el padre, ataviado con una túnica marrón rojizo que simboliza su amor y autoridad, abraza con calidez a su hijo arrepentido. El joven, cubierto apenas con harapos, muestra en su expresión una mezcla de culpa y alivio. A su lado, una figura femenina —tal vez una madre o hermana— contempla la escena con ternura, mientras un pequeño perro blanco, símbolo de lealtad, parece unirse al reencuentro. En el fondo, un arco iluminado por una luz suave marca el camino del regreso, y objetos cotidianos como vasijas y cestos añaden un toque de vida diaria.
Esta obra, creada por un artista local, refleja un estilo tradicional con pinceladas que recuerdan el barroco español, pero con una sensibilidad propia. Su ubicación no es casual: entre los confesionarios y bajo la mirada del Cristo crucificado, invita a los fieles a meditar sobre el perdón y la reconciliación. Los colores cálidos y la composición íntima hacen que el cuadro dialogue con quienes lo observan, recordándoles el amor incondicional de un padre.
En Albares, este lienzo es más que una pieza artística; es un reflejo del espíritu del pueblo, que se identifica con las historias de partida y regreso. Quienes visiten la iglesia encontrarán en esta obra un testimonio del talento de la región y de la fe que une a la comunidad.