El pueblo de Albares tiene sus orígenes en la Edad Media, probablemente en torno al siglo XII, pero su territorio ya estaba habitado desde mucho antes.
Según las hipótesis más aceptadas, los primeros pobladores de esta tierra llegaron en el Neolítico Final o Eneolítico (hace unos 3.000 años) desde la costa mediterránea. Eran parte de la cultura de Almería, una sociedad prehistórica que practicaba la agricultura y el pastoreo, y que fabricaba hachas de piedra pulida. Su dieta se basaba en la miel y la carne de caza. Esta comarca les ofrecía las condiciones idóneas para su modo de vida, ya que era una zona rica en agua en comparación con otras regiones del interior peninsular. Se asentaban en cuevas o en cabañas sencillas.
Aunque no se han hallado grandes yacimientos arqueológicos de esta época, sí se han encontrado numerosas hachas de piedra por toda la comarca, destacando los lugares de Conchuela, Aradóñiga y el cerro de las Cruces, cerca de Albares.
Los restos de la Edad del Bronce (segundo milenio antes de Cristo) son más escasos. Es posible que la zona estuviera ocupada por pueblos de las culturas del Vaso Campaniforme y del Argar. En el primer milenio antes de Cristo, la zona sufrió la invasión de pueblos procedentes del centro de Europa, los celtas, de origen indoeuropeo.
El testimonio más importante de su presencia lo encontramos en el tesoro de Drieves, un conjunto de piezas de plata hallado en 1945 en el término municipal de Drieves. Otras evidencias celtas se pueden rastrear en la toponimia (Orusko, hoy Orusco; Aebura, hoy Yebra).
La Edad Antigua
Cuando los romanos llegaron a esta comarca, se encontraron con los pueblos celtas que habían invadido la zona siglos antes. La conquista romana se llevó a cabo por el cónsul Sempronio Graco en el año 179 antes de Cristo, dando inicio al proceso de romanización. Los restos arqueológicos de la época romana son escasos y se concentran en las orillas del río Tajo. El nombre de Iuliana (hoy Illana) es un ejemplo de la influencia romana en la toponimia de la zona.